Si alguna vez has visto un coche con los tapones de las válvulas en verde, no se trata de estética ni “postureo”. Este color indica que los neumáticos están inflados con nitrógeno en lugar de aire corriente.
Usarlo permite mantener una presión más estable, especialmente con cambios bruscos de temperatura, y ayuda a reducir el desgaste.
Utilizar nitrógeno puro en las ruedas ofrece varios beneficios prácticos:
Las moléculas de nitrógeno son más grandes y se filtran con menor rapidez que el aire, por lo que las ruedas se desinflan más lentamente.
La presión interna varía mucho menos en invierno y verano, lo que mejora la estabilidad del vehículo.
El nitrógeno no contiene humedad, lo que reduce la oxidación del interior de la llanta y del propio neumático.
Pese a sus ventajas, también presenta algunos inconvenientes:
Para conducción normal, el aire comprimido es más que suficiente.
En definitiva, el nitrógeno puede ser recomendable si buscas menos variaciones de presión, haces trayectos largos, transportas cargas pesadas o requieres máxima estabilidad, como ocurre en flotas o vehículos industriales.
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